“La Madrina”
Un encuentro, una fecha
más de la Copa Movistar, una victoria más de Alianza, un partido más. Muchos
hinchas lo veían así, a pesar del marco casi repleto que poseía el Alejandro
Villanueva, los hinchas, fanáticos y familias que asistimos en masa para
observar al en ese entonces equipo de Gustavo Costas; al Alianza Lima, al
“Equipo del Pueblo”.
Era un viernes en la
tarde, recuerdo que mi papá llegó del trabajo más temprano para poder ir al
partido tan esperado por mí, ya que era una de las primeras veces que iría al
estadio. Fuimos con mi tío, y unos dos amigos míos que querían ver en acción a
sus jugadores preferidos tanto como a mí. El trayecto fue corto, desde Surco
hasta La Victoria con mis amigos, tío y mi papá. Al llegar, sentí que se me
escarapelaba el cuerpo, sentía como los cantos de la barra hacían que mi
corazón latiera con mucha más fuerza, era una combinación de miedo, adrenalina
y emoción. Hicimos la fila, mientras mi tío me decía: “Aquí la viveza es lo que
sirve”, y yo solo miraba hacia adelante mientras la fila avanzaba más y más.
Entregamos la entrada al encargado, pasamos la revisión policial, y lo único
que pensábamos era en cantar, gritar, saltar, y emocionarnos con todas las
personas presentes, pero mi papá me decía: “Esto no es como oriente ni
occidente, aquí hay que tener un poco más de cuidado, es sur, no te separes de
nosotros”, yo le hice caso, y no me separé ni de él, ni de mi grupo de amigos.
A pesar de que llegamos con cierta anticipación al partido, la gente ya estaba
presente en el estadio, pero faltaba algo, ese algo que hacía que la barra esté
completa, que esté viva: Faltaba el bombo y el centro de la barra.
Estábamos a unas cuantas
graderías más arriba del centro, cuando vi ingresar a un gran grupo de hinchas
que, cantando a todo pulmón, hacían su ingreso al coloso de matute. Nunca había
visto tanta gente junta para un mismo fin; mis amigos tomaban fotos y grababan,
mientras mi papá y mi tío no dejaban de observar con tanta admiración la barra
y su ingreso.
Todo iba muy bien, la
algarabía, las emociones a flor de piel, la bulla, los griteríos, la alegría,
hasta que vi ingresar en la misma barra, a una señora, una señora ya de edad
que se le notaba triste, la vi acompañada de tres jóvenes que la ayudaban a
caminar, mientras ella sostenía un cigarrillo en la mano y llevaba puesta la
camiseta de Alianza. Decidí bajar a observar a la señora, lo logré y la miré,
al parecer todos le tenían mucho respeto, y me senté debajo de ella, siempre
vigilado por mi papá.
Empezó el partido, y
comenzamos a cantar con mucha más fuerza, recuerdo que era un partido contra
Inti Gas y para nuestra mala suerte, el partido lo empezamos perdiendo 1 a 0.
La barra estaba petrificada, no sabíamos que estaba pasando, mientras la señora
en su angustia, lloraba, pidiéndole al Señor que nos ayude a ganar este
partido, mientras yo la observaba, un joven me dijo: “Oe chiquillo, no molestes
a la madrina, déjala tranquila”.
“La Madrina”, así era
conocida dentro de la barra, eso explicaba todo el respeto que le tenían a la
señora. Pregunté al joven que me hizo callar porqué le decían así, y me contó,
mientras el partido seguía en marcha, que esa señora era una de las integrantes
más longevas que tenía el “Comando Sur”, y había sido bautizada con ese nombre
porque amadrinó a la barra en su fundación en 1972. No me quería quedar con
solo un dato que parecía extraído de un cuento, así que decidí subir a sentarme
al lado de la señora. Se veía amable, a pesar de sus infinitas súplicas al
Señor porque el partido lo seguíamos perdiendo. Entablé conversación con la
señora, me dijo su nombre y yo le dije el mío, me habló de una manera muy
cariñosa, se podría decir. Su nombre era Ana Pretel, de en ese entonces 78
años. Le pregunté desde cuándo era seguidora de Alianza, y me respondió lo
siguiente: “Yo soy de Alianza porque lo siento y lo quiero”. Me quedé
asombrado, porque no pensé que una señora sería tan o más hincha que muchos de
nosotros.
El partido acabó 4 a 2 a
favor de los victorianos, y al finalizar el partido, decidí tomarle esta foto a
“La Madrina”, porque siento que es una muestra de fidelidad, de pureza, de
sencillez y de amor incondicional.
Fue una foto tomada en el
2011, y hoy, en el 2014, la señora Pretel ya no se encuentra con nosotros, pues
falleció el pasado 18 de abril en el hospital Rebagliati, pero esa señora me
demostró que no importa la edad para querer en este caso, al equipo de tus
amores.
Gonzalo Rodríguez Elías –
5to de Secundaria - 2014
No hay comentarios.:
Publicar un comentario